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domingo, 24 de mayo de 2015

Despedida y llegada.


De lo relativo del tiempo.


Vosotros diréis "Pero si ha pasado un año, ¿cómo te vas a acordar?", pues me acuerdo, creedme. Lo primero de lo que me he dado cuenta  en el tiempo que llevo aquí es de lo relativo que es el tiempo. Semanas que pasan como horas: las risas, tus nuevos amigos, el idioma... todo hace que el tiempo se precipite, y que antes de que quieras darte cuenta estás despidiendo a gente que nunca pensaste que llegarías a querer tanto.  Pero también hay horas, minutos y segundos que parecen meses... y echas de menos, mucho, aunque no seas de la clase de persona morriñera que necesita ver a su familia cada semana. Eso da igual. Echas de menos hasta doler.

Pero bueno, volviendo al tema de la entrada. ¿Cómo fue mi llegada?

Domingo. Me despierta mi madre a las dos de la madrugada, toca ducha y aeropuerto. Esperas, colas, lágrimas. Paso el control con el corazón en la boca;  emoción, miedo, inseguridad... a saber qué me encuentro. Vuelo. Dormir. Aterrizar. A las ocho de la mañana, cuando mi avión toca suelo inglés (Stansted, más concretamente) mi estómago decide saltar de rincón a rincón de mi cuerpo. NERVIOS mayúsculos. Más colas, recogida de equipaje (apáñate tú con tres maletas y dos manos) y a la calle. Veo mi nombre escrito en un cartel: S., mi nuevo hostdad, me espera. Vamos al coche y, ¿cómo no?, me meto en el lado que no es: ¡Qué típico!  En el coche me atraganto con mi inglés, pero la conversación fluye. Me siento bien. Me recuerda a Cantabria. Pasamos una decena de pueblos, cada cual más bonito que el anterior. Más emoción. Aparcamos. Una mujer sale corriendo de la casa, E., mi nueva hostmum. Me da un abrazo enorme (y yo que creía haber entendido que los ingleses eran fríos, oye. Primer estereotipo caído) y veo a un renacuajo corriendo a esconderse debajo de la mesa. Me da que ese es T.
Me enseñan la casa, preciosa, rústica. Me gusta. Mi cuarto. Enorme. Luminoso. Me encanta. Dejo las maletas. Pregunto por la niña y me dicen que tenemos que ir a recogerla a coro, en Cambridge, y luego iremos a un picnic.  Todo me encanta, estoy feliz.
Lunes. E. se ha cogido el día libre para enseñarme cómo van los horarios, dónde está el cole de L, dónde está la guardería de T. Me enseña el pueblo; residencial, bonito. Todo el mundo te da los buenos días al grito de "Morning" y sonrisa de oreja a oreja. Vamos a la town más cercana, Ely, para comprarme un tarjeta de prepago y a hacer algunos recados.  Ely es increíble. Muy muy muy bonita.

 Creo que me estoy enamorando de Inglaterra, de mi hostfamily, y de ser una au pair. ¡Ay, bendita inocencia!


N.

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